sábado, 23 de mayo de 2015

3ºC



Adentro de mi casa hay unos 3ºC más que al cruzar la puerta/ventana que limita con el balcón.
Está todo abierto, debería poder circular el aire y refrescar el interior, pero no... parece que la ciudad se empecina en querer guardar el verano dentro de los departamentos, que dure todo lo que más pueda antes que las vidrieras cambien su cartel de oferta de fin de temporada por stickers de hojas amarillas.
Yo quiero apurarme y subirme al otoño o invierno y no se me ocurre mejor cosa que cocinar comidas muy especiadas, currys de India con leche de coco y de postre una gran gota de sudor sobre una piel roja de alergia.
Quiero y no quiero. Si se va el verano significa que debo volver a las andanzas de días ajetreados. Si se va el verano significa un respiro entre los ladrillos.
A veces los 10 años de huésped en esta ciudad se sienten y aprietan la garganta.
Es como si no pudieras quitarte la sensación de ir apretada en el colectivo a las cinco de la tarde, agarrada a un asiento, tratando de ver dónde colocar tus pies y adivinando cuáles de todas esas partes de cuerpos son las tuyas; solo que ya no estás ahí, estás en tu casa sola y no podes respirar profundamente. El aire es tan áspero y no podes entender como es posible que una década no seasuficiente para haber podido desarrollar una mutación genética en tus fosas nasales que corten los retazos de oxígeno y así poder aspirarlos mejor, quizás es por eso que la cocaína es una droga de ciudad, quizás sea la manera de poder procesar tanto aire cementado.